lunes, 23 de marzo de 2009

DESDE LA TERRAZA




Las últimas luces del día van oscureciendo la piel celeste del cielo,

contra el que se recorta la cinta parda de las descarnadas montañas.

Altas, rudas, acogen sin embargo tiernamente

en su regazo las casitas blancas de un pueblo blanco.

Una brisa infantil de lejanas reminiscencias a salitre marino

juega a dar empujones a las pacientes ramas de árboles

que, en espeso muro, sobre la hierba

que alfombra la tierra lisa, se yerguen en verde.

Verdes las jóvenes palmeras, verdes los naranjos niños,

verde la grama pespunteada por caminitos de losas blancas,

hundidas pisadas que conducen a dos estanques,

el uno trebolado, el otro redondito ,

que azulan frescas aguas claras, transparentes.

Las sombras de los árboles, de los bancos que puntean la hierba,

se van alargando lentamente, ganando camino entre el verde.

Los últimos rayos del sol culebrean por la piel,

cosquilleando, casi caldeándola aún,

y el aire, celoso, la acaricia aladamente y la besa.

Sereno silencio, infinita y translúcida calma

se extienden como yedra. Una sonrisa lejana juguetea en ella.

Huele a verde de la hierba, a frescor del agua,

a soledad... Y a prometidas estrellas y luna

con carita de niña, de niña de plata,

que abrirán las puertas de la noche al canto del grillo,

y a la poesía de las cosas.

miércoles, 11 de marzo de 2009

ALETHEIA (Y II)



Siempre me produjo ternura ese pavor de los héroes homéricos a morir en el mar y no poder ser enterrados. Es la disolución total, la soledad eterna. Sobre olas nada se puede edificar, no hay tumbas donde los muertos puedan hallar descanso, seguir apegados a la tierra que los vio nacer y ser visitados por sus deudos, continuar relacionándose con ellos. El mar es el no-lugar, y sus aguas el olvido donde se disuelve y deslíe todo cuanto se fue en vida, se hizo, se penó y se logró. La tierra es el lugar, la memoria, y ambas, tierra y memoria, los únicos sitios donde se puede permanecer. Y las sepulturas son precisamente eso: una resistencia al olvido hecha lugar, el hábito del recuerdo erigido y consolidado.


Alguien dijo una vez que "Sólo la poesía y la arquitectura poseen la fuerza para vencer el olvido de los hombres». Y debe de ser cierto. Arquitectura y memoria permiten al hombre morar, arraigar, permanecer, constituyen un desafío al tiempo y al olvido. Ese desafío es una necesidad, una obsesión para los hombres. Para los vivos… Porque nadie ha preguntado nunca a los muertos si desean o necesitan tierra, túmulos, memoria, permanencia…
Yo prefiero el mar, la arquitectura solo haría perpetuar un recuerdo que no deseo, atarme más aún a la tierra que me sustenta a regañadientes, de ella y mío. Y en cuanto a la poesía... Ambas nos despedimos la una de la otra hace ya tiempo, cuando perdí el último recuerdo que me quedaba, el que atesoré hasta el último segundo aun después de haberte olvidado a ti, tus desplantes, las veces que me hacías sentir pequeña, de tan pequeña incluso insignificante. Hasta he olvidado ya aquellos momentos de sexo glorioso que me proporcionabas. Hasta el dulce amor que nos tuvimos. Todo. Las luces y las sombras de nuestra relación. Mnemósine se lo llevó todo, porque suya es la memoria y suyo el recuerdo, y está en su derecho de reclamarlos. Todo se lo quedó, sí, excepto el momento en que nos íbamos a la cama por la noche. Ese no me lo dejé arrebatar hasta el final. ¿Recuerdas? Tú me esperabas tumbado sobre las sábanas, desnudo, leyendo, las gafas cabalgándote la punta de la nariz, mientras yo me desmaquillaba en el baño. Cuando terminaba iba a reunirme contigo, me hacías sitio a tu lado, acomodaba la cabeza en el hueco de tu clavícula y rodeabas mis hombros con tu brazo. A veces comentabas conmigo durante unos minutos el libro que leías, otras veces lo cerrabas, lo dejabas sobre la mesita de noche y comenzabas a contarme cosas mientras yo te escuchaba embelesada, recorriendo tu cuerpo con la yema de mis dedos. Hablábamos, reíamos y dejábamos escapar algún beso furtivo. En ocasiones durante horas. Solo eso, hablar y reír con esa risa que sale del fondo de las entrañas, del fondo del alma, del fondo de la necesidad de sentir que se expande el diafragma, que el corazón rígido, acecinado, se fragmenta y se libera al fin, y sale despedido en mil pedazos con cada carcajada.

Durante años aferré con las dos manos esas charlas, esas risas, esa ternura, los dedos como garras en torno a ellas. Y las apretaba más fuertemente aún contra mi pecho y enseñaba los dientes a Mnemósine cuando venía a arrancármelas. Yo la dejaba quitármelo todo, recuerdo a recuerdo, sin protestar. Pero ese no... Hasta que llegó el momento. Era el único que me quedaba, y cuando ella volvió por última vez tuve que entregárselo con mis propias manos, depositarlo en las suyas con el rostro bañado en lágrimas. Lo entregué como a ese hijo que se te desraíza del vientre y se te ahoga entre cuajarones de sangre cuando Átropos corta su hebra sin siquiera haber dado tiempo a Cloto a tejerla. Como se lo entregas con tus propias manos a Tánatos: sin comprender nada.

Eso fue lo último que entregué. Después ya no ha habido más recuerdos, más lágrimas, más hijos, más poesía. Ya no soy nadie. Estoy muerta. Y por eso no le tengo miedo al mar. Solo los vivos le temen.

domingo, 8 de marzo de 2009

OCHO DE MARZO. FELICIDADES



La Taberna del Irlandés resulta más acogedora por dentro de lo que promete su desvencijado exterior. Siempre es así… menos esta noche. La Taberna está vacía. O casi… Ante una mesa en que descansan una botella de Bourbon y una copa a medio llenar se sienta un hombre menudito; sus ojos recorren la estancia, pareciendo buscar algo distinto a lo que ve. Dios, qué triste está el local vacío.... Las lánguidas y viejas redes, los flotadores y aparejos de pesca que cuelgan de sus paredes parecen aún más cansados que de costumbre, y el pez disecado semeja hallarse un estadio más allá de la muerte, como flotando entre el oleaje de un mar de sombras que agita la trémula luz de un candil. La chimenea está apagada, calla el violín que cada noche cuenta historias teñidas de melancolía y nostalgia, pero hermosas.

Nada hay tan desoladoramente triste como una taberna vacía, sin música, sin ruidos de vasos, de risas, de conversaciones, carente del calorcillo que procede, más que de la chimenea, del que las bebidas producen dentro de los cuerpos. El frío y el silencio de dentro de uno y el de afuera son tan hondos que cabría en ellos el mundo entero.


El hombrecito menudo se estremece involuntariamente, y a la mortecina luz del candil apoyado en su mesa aparta la vista de las paredes que le rodean y continúa escribiendo versos, como tantas otras veces, en una servilleta de papel que después guardará en un bolsillo del pantalón y perderá en cuanto se cambie de ropa.

Hoy la noche ha abierto su vientre, llueve, la lluvia repiquetea en el adoquinado de la calle, cadenciosa, rítmica. Suena a notas de piano, de piano triste que toca blues. Toda la noche, su vientre, está llena de pianos que desgranan notas de agua. Dan de beber al asfalto sediento y entibian el eco del silencio que reverbera en las paredes del interior de la taberna. Al hombre delgadito le gusta ver llover, siente como si el cielo llorase su pena en su lugar para que así no tenga que llorar él, para que no se le sequen las lágrimas y conserve las suficientes para cuando lleguen los días soleados. Recuerda que antes jamás lloraba, le parecía signo de debilidad, pero ya sí, mucho, seguramente llora por antes y por ahora, y por si no puede hacerlo en un futuro.

Unos versos de un tema musical de Lapido, “En mil pedazos”, le rondan el pensamiento:

“El solitario decidió matar al tiempo
porque si no el tiempo lo mataría a él,
la vida a mano armada hizo saltar sus sueños
en mil pedazos, en mil pedazos,
y nunca hubo nadie a su lado.”

Hay canciones que parecen escritas para uno mismo… ¿Por qué se rompen los sueños? A lo mejor porque siempre tuvo la sonrisa de un niño, y la mayoría cree que la sabiduría solo reside en el rictus duro, grave. A lo mejor la sabiduría no es compatible con la sonrisa. A los mejor es que somos así de idiotas... Lo cierto es que los sueños son frágiles como el cristal, escurridizos como el cristal mojado. Saber usar la vida probablemente requiere conocer la palabra para nombrar al sueño, esa que lo hace dejar de ser sueño para convertirse en realidad. Y rezar para que, al final, esa realidad no sea una broma.

Sin embargo hay alguien que sí conoce esa palabra… Yo, Avalon, la conozco, pero ese nombre no se puede pronunciar
en voz alta. ¡¡Eiiiii, hombre menudito, Etinarcadia…!! Mira, se están encendiendo todos los candiles de la taberna, y la chimenea, ¿oyes crepitar los leños? ¿el tintineo de vasos y jarra en la pila de lavado? Vuelve tus ojos hacia allí. ¿La ves? Esa damita oriental tan frágil pero tan fuerte como las rosas de Siria que te saluda con la mano y te sonríe escondiendo lágrimas es Malena. Escúchala…

“Mi querido caballero Etinarcadia: Hoy es un día grande en Calle Quimera. Hasta el sol está brillando mucho más y el cielo limpio de nubes nos maravilla con un intenso color azul. No podía ser menos. Esta servidora como okupa oficial de la Calle más entrañable de la blogosfera, para colaborar, está limpiando los vasos y las jarras en la Taberna del Irlandés para que reluzcan cuando lleguen todos los invitados porque hoy…¡es tu cumpleaños!

¡Muchísimas felicidades, Etinarcadia! Per molts anys.

Esta okupa te quiere mucho.”



En la barra, cerveza en mano, está Raúl. Una vez Paul Anka y Sinatra escribieron una canción pensando en él, que decía:

“Si no es a sí mismo, entonces (un hombre) no tiene nada. Decir las cosas que realmente siente Y no las palabras de alguien que se arrodilla”
Esa canción era “A mi manera”. Raúl también te está diciendo algo, mientras levanta su jarra a tu salud:

“Tengo en mente los primeros días de mi mundo bloguero, donde conocí gente a las que ahora la puta vida le cambia el nombre por un número, donde hasta esos números tienen decimales que se les van y nos aferramos a querer quitarle la coma y dejarlos pegados a nosotros para ver si el valor se multiplica y llega el milagro, un milagro que aunque no llegue por la gloria bendita, llegará en forma de cariño de todos los que apreciamos y te queremos... Intenta que sea un feliz cumpleaños Jose (Etinacardia), desear ya sabes que lo deseo, que lo deseamos, va por ti la cervecita que me estoy bebiendo, por ti, por tu familia, por tu gente y porque siempre seas un nombre y nunca un número... Te queremos amigo.”

Mira esa escoba, parece que toma impulso para echar a volar… ¡Está volando! Muy derechita no va, la verdad, algunas “eses” va haciendo, y es que su conductora se ha tomado ya unos cuantos whiskies mientras aguardaba, escondida con los demás tras la barra, el momento de encender las luces. Es una bruja buena, y guapa, como todas las brujas buenas, como la inolvidable Kim Novak. Hasta sus mismos ojos tiene… ¿Oyes a la Bruja Averías?:

“Cab
alga a lomos de mi escoba voladora, haz un barrido de nubes para que tu horizonte brille y las estrellas guíen tu camino como Lázaro. Desmóntante y anda.”



El que te dice esto, el peletero, es un hombre que logró arrancarle su secreto a la felicidad. Muchos creen tenerla, pe
ro no saben cómo es, no saben nada. Él la ha visto cara a cara, y conoce su verdadero nombre.

“Para ti, Jose, de Primo Levi:


"Quien haya tenido ocasión de contrastar la imagen real de un escritor con la que se desprende de sus escritos, sabe de sobra cuán a menudo el delicado indagador de estados de ánimo, vibrátil como un circuito oscilante, se revela un presuntuoso patán, morbosamente pagado de sí, ávido de dinero y adulaciones y ciego ante los argumentos del prójimo; mientras que el poeta orgiástico y suntuoso, en comunión pánica con el universo es, a menudo, un hombrecito abstinente y abstemio, no por elección ascética, sino por prescripción médica.

En cambio, qué agradable, apaciguante y tranquilizador
resulta el caso inverso, el del hombre que se mantiene igual a sí mismo a través de cuanto escribe. Aunque no sea un genio merece toda nuestra simpatía; aquí no hay ficciones, transfiguraciones, musas ni saltos cualitativos: la máscara es el rostro y al l ector le parece mirar desde lo alto un agua clara y distinguir las variopintas guijas del fondo." ("Cansado de ficciones" en "Lilít y otros relatos". Editorial el Aleph. Primo Levi)

Este otro qu
e se te acerca es un Señor. Es Vizconde, pero ante todo un Señor. Hace unos días dedicó “al hombre invisible más saludable que nunca he conocido, para que siga siempre "rebuscando en la memoria el rincón donde perdió la razón" y nunca lo encuentre. (...y que no falte)” estas líneas:

“Entre tanto arte enlatado y pre-diseñado; entre tanto héroe de paquete de galletas y pensamiento adoctrinado; entre tanta educación mal entendida; qué bueno es poder encontrar esas pequeñas hierbas que surgen entre el asfalto; esos pequeños refugios que te recuerdan quien eres, quien fuiste, pero sobre todo quien quieres ser. Qué bueno ver (casi sentir) como todavía hay gente libre.”



Para decir verdades a veces hay que ponerse un antifaz, y él se lo pone. Pero escribe con las manos desnudas, por eso sus verdades no tienen máscaras.


“¿Te acuerdas ayer
cuando el sol vestido de limpio despertó a la primavera en la Malvarrosa como un masclet? Se me acercó un niño a pedir la voluntad para la falla. Por unas monedas me dio una bandera valenciana. Y sacamos al ninot de nuestra vida del camión. Y estalló la música, y rebosó la paella, y olía a pólvora, y el fuego lo quemó todo menos el pañuelo del cuello. Felicidades.”




Aunque las ru
bias no son tu debilidad, yo sé que por ésta la sientes: por María, menudita y frágil, pero solo por fuera. Por dentro, fuerza, pasión, alegría y valor de torero.

“Feliz cumpleaños, mi caballero Quimera, hoy
llenamos la copa de amistad, de la que siempre está, de la buena. Cuando pienses que no puedes más bébela despacio, acuérdate de todos esos amigos de la red y respira hondo.

Y si quieres repite ;)


No estás solo.”



Hacer arte de todo lo que se toca es patrimonio de pocos, pero además ser realmente una buena persona, amigo de sus amigos y estar siempre ahí cuando se le necesita es mucho menos
frecuente. Ya sabes quién es el que se acerc a ahora, ¿verdad? Es Miguel.


“Caballero, os esperan nuevas batallas. Uniros a vuestra dama y seguid cabalgando..."



Otra de esas personas que son amigos, de esos que siempre están ahí, tampoco podía faltar hoy: Alberto, en cuyo sofá tantas veces nos hemos acomodado en busca de café y charla distendida.

“Resiste, porque quien resiste gana, y no dejes nunca de valorar esas pequeñas cosas cotidianas, esos pequeños detalles, que solo sabemos apreciar cuando nos faltan.

Y sobre todo, feliz día, que sea el inicio de un nuevo empezar, de ver las cosas de distinta manera, de sentirte querido y apreciado por todos los que te rodean y los que desde la distancia hemos compartido con vosotros tantas historias y textos maravillosos.”



Y este que se acerca ahora a darte un fuerte abrazo es alguien en cuya casa entras a menudo, casi siempre en silencio, en bus
ca de serenidad. Ashbless.

"La taberna del irlandés está a oscuras. Las sillas invertidas sobre las mesas le dan al interior un aire de bosque encantado, o de reunión de muñecos de madera. Está cerrado, pero llaman a la persiana.

Es un hombre joven, delgado y de aire tímido, que parece que no sabe si molesta, si entra o sale. Espera un rato, y luego deja una nota por debajo de la persiana, y tras saludar con la mano a la oscuridad, se va para perderse entre las farolas:

"Feliz cumpleaños
, querido Etinarcadia. Nunca nos hemos visto en persona, pero te conozco desde dentro a fuera, al revés que se conoce a la gente. Tengo una impresión personal que unida a algunas fotos, a las canciones de Lapido, al café y los poemas, componen el retrato de alguien con el corazón más grande que el horizonte, con ilusión por un mundo mejor, y algun tropiezo -como todos- en el historial.

Cada persona es ciega para lo suyo, o casi, y por la distancia, contempla con más claridad el mundo de los demás. Otra cosa es que sepa que es importante. Eso solo lo podria decir cada protagonista, y aún si lo supiera. Pero es tu compleaños, y con retraso te mandaré mi regalo, un abrazo, mi mano para que la estreches, y algo de lo poco que he aprendido por el mundo.

Todo está bien. Hay grandes desigualdades, y heridas abiertas. Gentes que hacen mal a otras e ignorancias aún mayores. Pero todo está bien. Lo está porque el mundo no es un lugar estático, una fotografia congelada. Las gentes vienen y van, en un baile permanente que no tiene más sentido seguro que el baile mismo.

Ese baile, la vida, es un acto de valentía infinita, de deseo de existir, de ordenar y darle sentido al mundo. Y el modo de hacerlo es equivocándonos, cayendo, levantándonos, arreglando lo que otros o nosotros mismos rompimos. Vivir es aprender, ampliar la estrecha perspectiva del niño hasta alcanzar la visión simple pero amplia del sabio, de las mujeres y hombres que han vivido, ganado y perdido y entienden por ello que el mundo solo se mueve por amor y la necesidad del mismo, y saben que solo es el amor lo que importa.

Nosotros, que no somos niños ya pero tampoco hemos alcanzado la sabiduria, intuimos ese amor pero no estamos seguros de si superará al odio, al miedo, a la oscuridad. Si tendrá sentido este baile, alguna razón que lo justifique. Estamos mirando en la dirección correcta, pero hacemos preguntas sin respuesta. Sin ella porque ahora que se plantean no podemos responderlas, y mañana cuando podamos hacerlo, no serán necesarias ni tendrán sentido. Eso es también ser humano, desear hoy lo que ha de ser mañana.

Por eso solo te digo una cosa amigo Jose, tras tanta introducción: confía... El mundo no tiene sentido si no confiamos, y si lo hacemos, solo puede tenerlo. Yo a veces lo intuyo, percibo destellos, como el niño que no conoce aún los números pero los ve diferentes unos de otros, que es así, que el amor es el origen, sentido y destino de este baile. Como el símbolo del infinito, el ourobos. Un lazo que empieza y se cierra en sí mismo, porque no hay sitio al que mires que si tus ojos están claros no veas ese amor.

Amor como el de los amigos cercanos y electrónicos, todos los que te estiman y entre ellos Avalon, que nos ha invitado a expresarte lo que sentimos; y eso es en el día después de tu cumpleaños, que te estimamos, que te queremos.

Así que un fuerte abrazo amigo, y feliz cumpleaños.

Miguel Angel ..."Sir William Ashbless, squire"
"






No es andaluz, y tampoco perro, ni ceporro ni lechuguino, pero Allan es todo eso cuando habla desde la ironía, la reflexión o la palestra en que se suba, siempre a vena abierta. La distancia no apaga la fuerza de su voz ni de su abrazo.

“Se puede huir de todos menos de uno mismo, pero los viajes interiores pueden servir de mucho. Sin distancias ni destinos, podemos llegar muy lejos."





Y, por supuesto, no podía faltar este día alguien que es imprescindible en tu vida:




Quedan muchos por nombrar... Raizen, Trini, Lena, la Gata Coqueta, Amaya , los dos Manueles, Victoria, Fede, Fernando, Viento, Wara, Kim, Yraya, Prometeo, Adolfo, Freddy, Jassy, Sluagh, Enmascarado y tantos otros. Era literalmente imposible incluir a tanta buena gente como ha estado paseando por esta Calle aun cuando sus farolas estaban apagadas, pero sabes que están en la taberna, los ves y los oyes. Todos han venido a desearte felicidad en este día y en el resto de los que te queden por vivir. Han venido a la taberna para estar contigo, para tomar copas, cantar, charlar y reír, para crear ese ambiente cálido y amigable del que me hablabas ayer con ese puntito de anhelo y nostalgia, y hacer realidad tu quimera.

Feliz cumpleaños, Etinarcadia, compañero, amigo.













¡Que no pare la música...!

lunes, 2 de marzo de 2009

ALETHEIA (I)

teube - 10000 death boys in the water!s.mp3 -







Decían los antiguos que al morir era ley inapelable cruzar el río Leteo, que separaba el mundo de los vivos del de los muertos, y beber de sus aguas para olvidar lo que se fue y lo que se hizo en vida, y así llegar al Hades, la morada subterránea, vacío y despojado de uno mismo.

Hay muchas maneras de estar muerta. Y a ambas orillas del Leteo, incluso en la de los vivos... Sabes que aún estoy en esta ribera del río, pero hace ya tiempo que el olvido me desmemorió, he perdido mi nombre y mi historia, y con ello me desvanecí. Y ahora soy solo sombra, invisible e irreconocible, alma sin vida que cruzó el límite del retorno: el olvido. Y ya no me reconozco a mí misma. En el Eclesiastés judío se dice que «los vivos saben al menos que han de morir, pero los muertos no saben nada, porque su memoria yace en el olvido". Como la mía... Por eso ya no estoy viva. Por eso y porque no recuerdo que la muerte me esté esperando. Ya acudí a su cita, aunque no a la definitiva.

Sí, hay muchas maneras de estar muerta, y en todas ellas es imprescindible dejar lo vivido en la orilla y pagar un precio: el óbolo de Caronte. Y yo lo he pagado sin escatimar. Fui pasando páginas del pasado y dejando que la humedad de mis ojos corriera la tinta hasta volverlas casi ilegibles, dejé que esa misma humedad oxidara los engranajes de la maquinaria que pone en marcha las ganas de hacer, que entre esos engranajes se aposentara el miedo, obstruyéndolos y deteniéndolos. Ya no me quedan recuerdos, ni del pasado que se me fue ni del futuro que no vendrá. Que no permití que viniera. Ni siquiera me quedas tú. Todo se fue quedando desperdigado por la ribera, en la de la tierra que aún piso.

Pero no creas, se está bien muerta, aovillada, doblada sobre una misma, plegada como las varillas de un abanico el dibujo de cuya tela está ya gastado, dañado, un abanico que te sientes incapaz de abrir ante ojos ajenos. Mejor proteger de la luz lo poco que queda, tablear esas varillas, cerrarlas bien, que los despojos de la tela se encuentren protegidos, a salvo entre penumbras, a salvo hasta de ti misma.

Un día Clotos, la Parca que hila el destino, se cansará de tejer el mío, y Átropos, la que corta el hilo, tajará mi hebra con su cuchillo. Será por segunda vez, la definitiva. Y Hermes conducirá al fin mi sombra a las puertas del Hades. No puedo evitar sonreír al pensar en el desconcierto del viejo Caronte cuando me llegue el momento de cruzar de verdad el Leteo, al ver que no necesito beber el agua del río, que ni siquiera necesito su barca para pasar el Aqueronte, ni ninguno de los cinco ríos que llevan al inframundo, porque la desmemoria con la que llegaré a la orilla me permitiría cruzar las aguas caminando sobre ellas, como Cristo en el mar de Galilea.

Decían los antiguos que en realidad al Hades no llega nadie, porque cuantos ahí arriban lo hacen despojados de la memoria de quiénes son y de a dónde llegan. Y yo hace tiempo que ya no soy nadie. Por eso no tengo miedo, ni siquiera al mar.