
Me quedo mirando suavemente esa nieve que se ha depositado en tu pelo. Nieve que trajeron los años y las preocupaciones. Esos años y preocupaciones que juntos compartimos, y sé en estos momentos que lo único que deseo es cerrar los ojos y empezar a soñar.
No necesito nada más que sentir el contacto de tu mano oprimiendo la mía y oír tu suave respiración que me envuelve como la más bella melodía…"
MALENA
Tú duermes y yo velo, te velo, velo tu sueño. Tus párpados cerrados, los míos abiertos. En la memoria de mis pupilas lo vivido a tu lado. En su imaginación, lo que nos queda por vivir. Entre los pliegues de mi sonrisa mientras te miro, la tuya, y sobre la plata de tus cabellos y los míos, la del rayo de luna que entra por la ventana. A ese rayo se encaraman mis ensueños y en él se elevan por encima del cansancio y la enfermedad de la tierra, hasta depositarnos a ti y a mí allí donde los desiertos mudan la arena en agua y hierba fresca, donde mi amor, un mar, disolverá todas tus preocupaciones, allí donde acariciaré sin tiempo, sin prisas, todos y cada uno de tus sentimientos, acunados por el tarareo de los latidos de mi corazón. En los páramos de la Esperanza.
CALLE QUIMERA
He aprendido a saber tus silencios, a leer lo que callas,
a callar cuando buscas lejanías.
Sé de las distancias, de los sueños enredados, cabalgados
en las ramas de la vida.
Y sé de las hojas que volaron y escribieron cada otoño
preámbulo del invierno que ahora
nos susurra.
Conozco los regresos ahítos de esperanza, de besos atesorados,
de tactos que palpitan en la piel
caducando las heridas.
Me serena mirarte,
desandar las arrugas y teñir tu cabello
con las horas vividas.
No imagino el verano sin el sol de tu risa,
ni el invierno que nombro, que aguarda en esa esquina, sin tu mano
en mi mano
resistiendo las lluvias.
EL VIENTO EN LA ISLA
a callar cuando buscas lejanías.
Sé de las distancias, de los sueños enredados, cabalgados
en las ramas de la vida.
Y sé de las hojas que volaron y escribieron cada otoño
preámbulo del invierno que ahora
nos susurra.
Conozco los regresos ahítos de esperanza, de besos atesorados,
de tactos que palpitan en la piel
caducando las heridas.
Me serena mirarte,
desandar las arrugas y teñir tu cabello
con las horas vividas.
No imagino el verano sin el sol de tu risa,
ni el invierno que nombro, que aguarda en esa esquina, sin tu mano
en mi mano
resistiendo las lluvias.
EL VIENTO EN LA ISLA