martes, 19 de mayo de 2009

EL REGRESO

















"Al final no me será posible ir a Sevilla. Me ha surgido un imprevisto". Así más o menos decía el SMS que me había enviado al móvil Etinarcadia tres días antes del "día D".

No me lo podía creer.... Después de semanas planeando lo que habría de ser nuestro primer encuentro... Un rato después, otro SMS. "Era broma, tía cutre. ¿A que te lo habías creído?". El niño es así, le encantan las bromitas.

Pero existe la justicia, sí... Justicia poética fue lo que hizo que cuando llegó por la mañana temprano al aeropuerto, en el mostrador de su compañía de vuelo le dijeran que su nombre no figuraba en la lista de pasajeros. Je.. Y eso sí que no era ninguna bromita. Por fin se pudo aclarar la situación, pero mientras sí y mientras no, los sudores de la muerte lo bañaban enterito. Lo dicho, justicia poética.

Pip..pip..pip... Suena mi móvil según entro en el terminal de Vuelos Nacionales convenientemente peluquereada, arreglada (renunciando a mis sempiternos vaqueros con dolor de mi corazón, pero...) y con tiempo suficiente por si, inocente de mí, el avión llegara a tiempo o incluso con algo de adelanto. Pip..pip..pip.... "El vuelo sale con una hora de retraso", decía el SMS. Eso tampoco era una bromita. Una hora dando vueltas por allí, botas de taconazo que nunca uso y que me mortificaban los pies, hasta que al fin veo aparecer a Etinarcadia por la puerta de desembarque.

Fue curioso.. Hacía año y pico que nos escribíamos, hablábamos por teléfono, nos mandábamos fotos nuestras, de nuestros niños, incluso de nuestro entorno, y esta era la primera vez que íbamos a estar frente a frente. Durante aquella hora y pico de espera me había estado preguntando de nuevo cómo reaccionaríamos en ese momento, si nos pondríamos nerviosos, si de repente casi ni sabríamos de qué hablar... Pero no ocurrió nada de aquello. Nos dimos un fuerte abrazo, un beso y fuimos en busca de un taxi charlando animadamente de los contratiempos del vuelo. Como si nos conociéramos físicamente de toda la vida.


Llegada al hotel, restaurante para reponer fuerzas tras los avatares del viaje y, tras un breve rato de descanso y conversación que nos sirvió para conocernos un poco mejor, sin piedad, comienzo de la ruta turística. Hay muchas cosas que ver en Sevilla, y los tres días de que disponía Etinarcadia pocos como para desperdiciar momentos. Nuestro emblemático barrio de Santa Cruz, antiguo barrio judío lleno de magia y leyenda, fue el punto de partida. Un agradable paseo en que nos perdimos por callejones estrechos, umbríos, flanqueados por casas, unas señoriales y otras no tanto, con hermosos patios típicos en que numerosas plantas y fuentes ofrecen un colorido, sonido y aromas incomparables, callejones y plazas por donde aún resuenan en confusa amalgama los rezos de Santa Teresa, la santa de Ávila, la voz de la insigne actriz dramática María Guerrero ensayando su papel en alguna obra, los pasos presurosos de don Juan Tenorio al encuentro con su amada doña Inés y los de Murillo, camino de su casa.


De allí salimos a la zona de Santa María la Blanca, lugar donde se erige la iglesia del mismo nombre, una de las más bellas iglesias sevillanas. Antigua sinagoga, fue transformada en templo cristiano a finales del s. XIV y remodelada definitivamente a mediados del XVII. En ella me bautizaron. Las iglesias antiguas constituyen una de las pasiones de Etinarcadia, y ahí permanecimos sentados un buen rato, arropados por la exquisita y barroca decoración entre la que destacan las abigarradas yeserías que recubren las bóvedas.

El resto de la tarde estuvimos paseando por el dédalo de las callecitas con más solera del casco histórico de la ciudad, tampoco demasiado tiempo. Ambos estábamos cansados después de toda la semana de trabajo, y ese viernes había sido un día de muchas emociones, así que nos fuimos de recogida pronto.

El sábado fue un día que no olvidaremos ninguno de los dos. Lo recogí temprano en el hotel, pues la agenda del día era apretadita. No tenía muy buena cara, cosa que achaqué al cansancio del día anterior, pero no...

-No encuentro las pastillas, las debí de perder ayer en el aeropuerto.

En aquella época necesitaba medicación para esos nervios que se lo comen vivo, y llevaba todo el viernes sin tomarla. El problema era que necesitaba receta para poder comprarlas, y a ver dónde encontrábamos un médico en sábado.


Pensando que con las visitas turísticas quizás se entretuviese lo bastante como para poder prescindir de las pastillas, nos dirigimos al centro de la ciudad. Etinarcadia siente especial debilidad por las catedrales, y la de Sevilla es espléndida, la más grande de España y la tercera del mundo en tamaño, así que en sus muros fuimos a recalar. Yo le explicaba la historia de cada parte de la seo, de distintos estilos artísticos, las diferentes puertas de acceso... Mientras, lo miraba de reojillo. Aquella cara no se recomponía... Iba de mal en peor, como los pollos del antiguo Simago.

-Mira los pináculos. Eran la expresión de la espiritualidad de la época, del intento de acercamiento a Dios...

En vista de tan pertinaz silencio yo seguía hablándole sobre la finalidad del arte gótico, pensando que estaba muy interesado en lo que le contaba, pero me mortificaba un poco que no mirase hacia arriba para contemplar aquellos elementos arquitectónicos de exquisita belleza.

Hasta que por fin habló...

- Si yo ya sé todo lo que me estás contando sobre el Gótico, es que no puedo mirar para arriba. Tengo los mareos de la muerte.

Fue de esos momentos en que deseas con toda tu alma que la tierra te trague, y por pura casualidad te encuentras en el casi único sitio de toda la ciudad donde no hay ni un mal hoyito ni socavón que llevarte a los pies. Qué malita cara tenía el xiquet... Nos sentamos en la terraza de una cafetería a tomar algo, a ver si se le pasaba. Pero en vista de que no, dejamos la ruta turística e iniciamos un tour farmacéutico, con la vana esperanza de que en alguna botica nos dispensaran sin receta aquel medicamento. Tuvimos la inmensa suerte de que en la primera que encontramos, cuando Etinarcadia expuso el problema, se apiadaron y la chica que nos atendió nos vendió la cajita mágica. Le dimos las gracias creo que en veinte idiomas... Y mi amigo se tomó la pastillita. Poco a poco aquella cara empezó a tomar color de piel humana. El de antes, carece de adjetivo en nuestra lengua que lo denomine.

Estuvimos paseando hasta la hora de comer, pues no estaba muy centrado para entrar en la Catedral y otros monumentos y apreciarlos debidamente, y tras reponer fuerzas en una de las típicas tasquitas de la zona encaminamos nuestros pasos hacia el museo de Bellas Artes. Yo tenía la seguridad de que nuestra pinacoteca, la segunda en importancia después del Prado y de la que como sevillana me siento orgullosa, contribuiría a calmar los ánimos de mi amigo, que, a pesar de haberse tomado la pastillita, no estaban muy bien. Le encanta la pintura... El primer contratiempo fue que las salas de Velázquez se hallaban cerradas al público esos días. Bueno, qué remedio. Ahí estaban para epatar Zurbarán, Murillo.... Ya lo creo que epataron. Hicimos un recorrido por varias salas antes de llegar a Murillo. Siento particular debilidad por todo lo Barroco, así que me entretuve en disertar sobre el Tenebrismo ante cuadros de Zurbarán y Ribera y después su influencia en los juegos de contraluces de parte de la producción de Murillo. Ensimismada en ello, apenas miraba a Etinarcadia. Hasta que de nuevo empiezo a verle ese color que no tiene nombre en la cara.

-Vámonos, me estoy poniendo malo con el ... (aquí, taco) Murillo este, los tenebristas y la madre que los trajo a todos.

Salimos del Museo lo más rápidamente posible. Etinarcadia dice muchos tacos, pero es una persona de una sensibilidad extrema; a lo ya visto de los pintores tenebristas se le sumaban los
ingrávidos abismos en que se le convertían los fondos desvaídos, tan fundamentales para las perspectivas, de algunos cuadros del pintor sevillano. Era como sumirse en ellos, y se alteró. Hasta tal punto que le sudaban las manos. Así que, de nuevo, a una cafetería.

Estuvimos charlando un buen rato sobre la impresión que le habían producido aquellos cuadros, del arte de los Siglos de Oro, y terminamos sacando a la palestra al Quijote. Si hay una obra con la que yo me entusiasme y apasione es con esa... Empecé y ya no fui capaz de parar. Y como él escuchaba sin protestar lo más mínimo y hasta me hacía preguntas y todo, pues yo seguía. Más adelante me diría que había disfrutado mucho con aquella charla. Pobrecito, qué bueno es....


Cuando se sintió mejor abandonamos la cafetería y ya pasamos el resto de la tarde deambulando por las calles del centro, curioseando en tiendas de discos, libros... Pero estaba escrito que esa tranquilidad no había de durarle mucho. Mientras caminábamos por la Plaza del Duque charloteando sin parar, fui a meter el tacón finísimo de una de mis botas en el único sitio en que había una losetita rota. Y fui a dar todo lo larga (o mejor dicho, corta) que soy en el suelo sin que mi pobre acompañante pudiera hacer nada por evitarlo. Asustado, me ayudó a levantarme, preguntando sin cesar y con el rostro lívido si estaba bien. Lo único que había sufrido era una de mis medias, que tuve que tirar al llegar a casa, y mi reloj, que siguió la misma suerte. Por lo demás me encontraba perfectamente, ni un rasguñito ni el más mínimo dolor. Eso sí, el ataque de risa no lo pude evitar por lo ridículo de la caída y sobre todo por la expresión agobiada de Etinarcadia, que estaba visto que no ganaba para sustos aquel día.


El domingo apareció ligeramente nublado, pero pronto salió el sol y aprovechamos para dar una caminata por el parque de María Luisa a fin de poder admirar, entre otras de las numerosas bellezas que contiene ese recinto, la famosa Plaza de España, un semicírculo en cuyas paredes están representadas todas las provincias españolas mediante mapas y mosaicos hechos en artísticos azulejos de Triana alusivos a hechos históricos y con el escudo de cada capital de provincia. A Etinarcadia le faltó tiempo para dirigirse al de Valencia, que él es "che" de corazón y ejerce de ello.


De allí nos encaminamos a buen paso a la parte de la zona centro que aún no habíamos visto, y después a comer a la terracita de un restaurante cercano a la catedral, cuyo interior pensábamos visitar tras el almuerzo. Las nubes de primera hora de la mañana aparecían de nuevo amenazadoramente densas y grises en el horizonte, y soplaba un vientecillo airado que no presagiaba nada bueno. Y nosotros sin paraguas... Para colmo, aparece en escena una mujeruca, la mínima expresión de una persona, desaliñada y con una ajada guitarra de niños en las manos. Comenzó a "cantar" en el colmo de desafine algo que no fuimos capaces de identificar, a la vez que arrancaba sonidos discordantes de aquel instrumento que obviamente no sabía tocar. La cara de Etinarcadia era un poema.... Nunca olvidaré la mezcla de asombro e incredulidad en su expresión mientras miraba a aquella mujer. Por suerte aquel "concierto" tuvo lugar cuando ya finalizábamos la comida. Si no, estoy cierta de que a mi acompañante no le pasa bocado.

No voy a caer en el chiste fácil de decir que los graznidos de aquella mujer terminaron por desatar la furia de los cielos, pero lo cierto es que una vez que le dimos algún euro y que pagamos la cuenta del restaurante empezó a llover como si nunca hubiese llovido, y como si no fuera a dejar de hacerlo. Tuvimos que refugiarnos durante un buen rato en el interior del local, hasta que el agua se aplacó como para poder salir de allí e ir a comprar un paraguas a una de las tiendecitas de souvenirs que abundan por los alrededores.


Nos encaminamos hacia la Catedral, segura de que la visita a las 5 naves y las capillas con que cuenta, la grandiosidad y riqueza arquitectónica de aquellos interiores, satisfaría las expectativas de mi amigo. Tuvimos que guardar una cola respetable para poder entrar, bajo una lluvia intensa de la que el paraguas no nos protegía demasiado. Pero lo que nos esperaba en el interior merecía la pena. Cuando al fin nos tocó el turno empezamos a deambular por una de las naves... hasta que nos encontramos con unas vallas que nos impedían pasar al resto de ellas. Solo se permitía aquel día visitar una de las cinco naves. Tanto esperar para al final no poder ver casi nada...

Salimos un poco desencantados de la Catedral, y, bajo una lluvia ya tímida pero de la que nos apetecía guarecernos, nos dirigimos a una cafetería. Domingo tarde, hora de partidos de fútbol, camarero "total" con su transistorcillo por allí escondido, bajo la barra, para no perder detalle de la jornada futbolística... Qué se le fue a poner por delante a Etinarcadia... Entre lo que le gusta el deporte rey y que no tiene el menor empacho para empalmar la hebra con desconocidos, en un rato se había hecho amigo del alma del camarero. Qué rato me dieron de goles, jugadas y resultados...

El lunes era nuestro último día juntos; a media tarde partía su avión, así que nos quedamos toda la mañana sentados charlando en uno de los confortables salones del hotel. La verdad es que estábamos cansados de las caminatas de los días anteriores, y nuestros cuerpos agradecieron el descanso. Y mis pies, mortificados por los taconazos, también... Incluso a la hora de comer decidimos quedarnos en el mismo restaurante del hotel por no tener que andar buscando un sitio donde hacerlo. Tuvimos hasta suerte, porque ese día éramos los únicos clientes y dispusimos para nosotros solos del comedor y del camarero, que nos atendió con todo el esmero del mundo, y con el que nos estuvimos contando mutuamente media vida. Música ambiental, todo un comedor para nosotros, atentísimo servicio en exclusiva ... Una escena propia de películas.

Después, recogida de equipaje, taxi y aeropuerto. Tuvo su puntito de tristeza esa despedida, era inevitable. Habíamos hablado mucho, habíamos hecho muchas cosas, pero tres días era poco tiempo para ponernos al corriente, sin los habituales inconvenientes del teléfono y de los horarios de trabajo y demás obligaciones, de todos los años que habíamos estado sin conocernos. Nos quedó mucho por hablar, mucho por hacer de cuantos planes habíamos forjado en las semanas anteriores, mucho por terminar de conocernos con esa tranquilidad que da tener las horas por delante a nuestra total disposición. Pero ya tenemos el "rodaje" hecho. Pronto nos volveremos a ver, ya lo tenemos previsto, y esta vez seguramente podremos concluir todo cuanto nos quedó pendiente. Quizás antes de que vuelvan a florecer los azahares, nuestras flores, las de Valencia y Sevilla.


23 comentarios:

Calle Quimera dijo...

No veas las ganas que tengo de volver a tu tierra,y esta vez sin mareos.Pronto nos veremos...seguro.SALUD¡¡¡

Calle Quimera dijo...

Y el granate,marceloide?..........me voy a sobar las sabanas......SALUD¡¡¡

Calle Quimera dijo...

Joder con el Murillo ese,casi la palmo.....aaarrrggg¡¡¡

Calle Quimera dijo...

Estoy segura de que pronto nos veremos, ya lo creo que sí... Tú amunt, que llegará el día. Eso sí, tráete todas las aspirinas y todos los potingues que hayas de tomar porque no volvemos a encontrar una farmacia como aquella..je...

Vale, vale, ya está el granate, es que siempre llegas con prisas, mandando esto, lo otro y lo de más allá, todo lo quieres para ayer, y algo tenía que olvidárseme.. Un día de estos me voy a ir a mi enlace sindical a presentar mis quejas. Tirano...

Pero de todas formas, besos.

Malena dijo...

Sois increibles, mi querida pareja. Me imagino el encuentro en el aeropuerto y la sensación de decir: ¡pues es de verdad! ¡es un ser de carne y hueso!

Algo parecido me pasó a mí con una persona muy querida, que la primera vez que le vi, tenía que contener mis manos para no estar tocándole la cara para convencerme de que estaba allí delante.

Pero a lo que vamos, teneis que repetir ese encuentro porque con el rodaje que teneis, todo lo demás será coser y cantar.

Miles de besos para los dos y ya sabeis: ¡Hay que hacer los deberes! :D

aapayés dijo...

Que disfrutes y que todo te salga bien..

saludos fraternos
un abrazo

Wara dijo...

Quizá debe quedar siempre algo pendiente... para tener un motivo de volveros a ver (físicamente).

Preciosa crónica, felicidad para los dos.

Un abrazo.

Pedro J. Sabalete Gil dijo...

Es increíble la emoción que guardan esos encuentros, espero que lo padáis repetir pronto y sin ese dolor de pies por los tacones.

Un abrazo.

Amaya Martín dijo...

Qué pasada!..Supongo que es un miedo ridículo el sentirse extraños una vez se produce el encuentro físico, pero es un miedo real..La verdad está en el corazón, siempre, por eso el corazón no se siente exraño.

Avalon, Etinarcadia..un fuerte abrazo

La Gata Coqueta dijo...

Es de esos viajes que a pesar de no tener distancia entre ambos, nunca lo vais a olvidar.

Y de no ser por algunas pequeñas nubes el encuentro ha sido creativo, puesto que más que excursión en si era ampliar amistad y compañerismo.

Lo que se me hace curioso, es estar tan cercanos y a la vez tan lejanos, sin tener el gusto de conoceros.

Pero a partir de ahora ya esta el camino y la puerta abierta y el día menos pensado volveis a hacer realidad el prósimo viaje que ha quedado suspendido en el aire.

Un besazo! y te ha quedado la exposición del viaje extraordinario.

Hasta la próxima visita!!

Manuel de la Rosa -tuccitano- dijo...

Avalon...casi fui de excursión por esa Sevilla de mis amores... Etinacardia... a mi me dan pánicos algunos realistas....y quillo las pastillas en el pastillero...es que cuando la necesidad apremia....

Lo que más me gusta es la normalidad que destellais y la madurez que demostrais... si esto es real como la vida misma...pues como que me alegro...

Un abrazo...yo a Sevilla el 28...bueno en Isla Mágica con mis alumnillos....un abrazo a ambos...

El antifaz dijo...

Ahí. Sin antifaz. Mirando a los ojos.
Besos. Abrazos.

yraya dijo...

Un finde de lo más completo, con ansiedades por las dichosas pastilas y caida incluida, seguro que la segunda visita irá todo sobre ruedas.
Un besote a los dos

Pedro M. Martínez dijo...

Es que Sevilla es mucho.
El mes pasado estuve por ahí.
Qué maravilla de ciudad y de gente.
Olé Sevilla

Tu relato es bueno (pero le falta un poco de picante ¿no?)
Un saludo

fgiucich dijo...

Un encuentro encantador y un paseo que me hizo acordar mis visitas a Sevilla. Valencia es`, todavìa, una asignatura pendiente. Muy buena crònica. Abrazos.

Calle Quimera dijo...

Gracias a todos por vuestras palabras. Manuel Tuccitano, todo ocurrió como aquí se cuenta, palabra por palabra. Hace tres años... No ha habido ocasión de repetir el encuentro, pero estoy segura de que el día menos pensado volveré al aeropuerto, a recibir a Etinarcadia.

Pedro, bienvenido, encantada con tu visita y gracias por tus amables palabras. No se pudo añadir picante a esta crónica, no lo hubo... Pero tendré en cuenta tu sugerencia para cuando escribamos un relato de ficción.. :-)

Besos a todos, y de nuevo agradeceros vuestra presencia aquí.

María dijo...

Pues yo soy recién llegada aquí y como que me he metido de polizón en vuestro viaje...preiosa Sevilla
...Cuando vuelvan a florecer los azahares volveré...no, un pelín antes.
Un beso

Prometeo dijo...

Ganas tengo de volver a Sevilla, aspirar los olores del azahar, el pescadito al lado del rio, el gitanillo con su guitarra deambulando por las terrazas, la cerveza fresquita de La Maquina, las sombras de Triana, un fuerte abarzo.

Vizconde de Bragelonne dijo...

Si alguien fuera capaz de recordar así de bien un fin de semana conmigo tres años después desde luego me sentiría muy querido...
Un abrazo lagartijas!!!... y que no falte (pastillas tampoco)

MentesSueltas dijo...

Un placer pasear por tu espacio y leerte.

Agradezco pues he viajado con tus letras a una tierra que tanto amo... algun dia estare por alli.

Te abrazo
MentesSueltas

Alberto López Cordero dijo...

Un día de estos podíamos hacer un encuentro de amigos y seguidores de Calle Quimera, que seguro que somos muchos y bie allegados. Me alegro por vosotros y porque esa amistad que se va forjando con el paso del tiempo sea cada vez más solida e indestructible. Un fuerte abrazo a los dos.

Trini dijo...

Felicidades por vuestro encuentro.
Que se repita
Besos

Heart drive dijo...

A mi también me tenéis que llevar al barrio de Santa Cruz que está lleno de magia y leyenda, no os preocupéis, yo pongo a la bruja que hay en mi para completarlo. Después directamente me llevas a una terracita, con o sin mareo, preferiblemente esto último. El taco entre paréntesis no puedo prometer que se escape de ellos y salga para fuera. Y alguna caída o metedura de taconazo tampoco aseguro que no pueda ocurrir y caiga todo lo larga que soy (que lo soy, jajaja). En resumen que la próxima vez creo que a Eti le gustará más que pases directamente del programa cultural y le hagas el programa de tasquitas, tapitas, terracitas y demás alegrías sevillanas aquí no mencionadas, je.
Lo mejor de este viaje es ponerle piel a la amistad, precioso.

Un besazo a los dos y otro pá la farmacéutica, jajaja