El día está desapacible; sopla un viento cortante y helador que se clava en la cara como minúsculos cristalillos, y el cielo, enjalbegado en un blanco agrisado, parece confundirse allá en el horizonte con la tierra, tapizada totalmente de una nieve que hoy parece sucia, tan gris como el día. Montañas altísimas nos rodean, sus laderas semejan estar cortadas a pico. Carecen totalmente de vegetación, ¿te has fijado? Resultan incluso amenazantes, elevándose hasta el cielo tan áridas, tan desnudas, tan grises, tan abruptas... Apuntan hacia él como pechos erectos de mujer seca, yerma, desabrida. Los escasos árboles que puntean el terreno en que nos hallamos visten una corteza tan oscura que casi parece negra, y sus ramas, peladas y retorcidas, subrayadas en blanco por la nieve, se contorsionan en formas caprichosas, imposibles. Lo único que rompe este paisaje pintado en gris, casi monocromo, son esos cuervos negros de brillante plumaje que picotean en el suelo y que emiten sus desafinados graznidos intermitentemente.
El sol empieza a asomar tímidamente tras ese jirón que ves en el algodonoso manto blanquigris que cubre el cielo. Pronto éste lucirá un color azul brillante, límpido, precioso, pero gélido, hiriente. El frío se hará más intenso. Algo más allá hay un refugio de montaña muy confortable; ya lo tengo acondicionado para cuando lleguemos. ¿Ves?, está ahí, frente a nosotros. Es esa casita hecha de troncos.
El saloncito es más bien pequeño, y muy cálido; la chimenea está encendida y los troncos chisporrotean y crepitan su conversación, que arropará a la nuestra. Entre esos leños bailotean unas llamas rojas, amarillas; míralas qué alegres... ¿Hueles el humillo?
Frente a la chimenea hay dos sofás pequeños y de asiento más bien duro, como a mí me gustan, tapizados con una alegre cretona inglesa de colores rojizos, ocres, verdes, mostazas, azules... Siempre colores tostados, que recuerdan el ropaje con que el otoño viste los campos. Un sofá frente a otro. Y haciendo U con ellos, frente por frente a la chimenea, un sillón cómodo, no grande, pero sí muy confortable.
Descansando sobre una alfombra no demasiado gruesa, pero cómoda para sentarse sobre ella (me encanta hacerlo en el suelo), hay una mesita de cristal y madera. Pocos muebles, pero sencillos. Uno con muchas estanterías llenas de libros y un hueco para una minicadena, donde suena música suavita, que acunará nuestra conversación.
Es el sitio donde hoy bajaremos la guardia, donde nos sentaremos, a veces en los sofás, uno frente a otro para vernos bien las caras, las mangas remangadas, relajados. En ocasiones será la alfombra la que nos acoja; nos tumbaremos sobre ella a charlar, frente a la chimenea, con las llamas danzando y dibujando caprichosas luces y sombras sobre nuestros rostros.
¿Te apetece un café para calentarnos un poquito? Enseguida lo preparo, siéntate.
Ya casi está.
¿Te gusta el chocolate? Traje bombones de esos pequeños, cuadraditos, para acompañar el café, toma... Mira, el vaho ha plateado las ventanas, y la cafetera nos interrumpe con su resoplar. En su interior, el líquido retinto hierve a borbotones. Lo aparto del fuego con un alarido. ¡Jolín, casi me quemo...! Te sirvo. Me gusta mirarte a los ojos, que mantienes entrecerrados concentrando todos tus sentidos en el aroma que desprende la cafetera. ¡Huele tan bien…! A hogar, a tranquilidad, a confianza, a serenidad. Estiras las mangas de tu holgado jersey y mueves tus dedos para sensibilizarlos. Deja que algo vivo como el café te haga entrar en calor, y olvida la naturaleza muerta de la lana. El chorro vivo, desafiante, salpica anárquico y mancha el mantel mientras lo sirvo. Tiño tu taza hasta que haces un gesto con la mano para que me detenga. Contemplas absorto el magma fluido en ebullición. ¿En qué piensas...? Te llevas el café a la boca, le das un beso fugaz y el sorbo te quema por dentro. Estupidez mía con signo de interrogación: “¿Está caliente?”
“Ven, pruébalo”, me contestas.
A través de la manga de tu jersey sólo sobresalen las falanges de tus dedos, sujetando la taza que acercas a mis labios. Un mechón de mi pelo, caprichoso, quería saciarse en ella. Sí que estaba caliente...
Vente al sofá. He puesto música, temas suavitos de Clapton para que sirvan de telón de fondo a nuestra conversación, pero sin estorbarla. Fuera sopla un viento airado, casi furioso; la nieve cae ahora en copos densos, pesados. Un débil rayo del sol que salió hace un rato pero que ya declina reverbera en ella feblemente, y el frío casi adquiere corporeidad, pero aquí dentro no lo notamos. La salita está tan cálida... Invita a charlar, a liberar el alma de lo que la oprime. Me vas a permitir que apoye la cabeza sobre uno de tus hombros tumbada en el sofá. Ya sabes que soy vaga, y es mi posición favorita. Además, así nuestras miradas no se cruzarán todo el tiempo, y podremos hablar más libremente. ¿Me dejarás que, mientras, mis manos jugueteen con los extremos de tu bufanda? Soy muy nerviosa, lo sabes, y no soporto estar sin hacer nada.
Todo está tan tranquilo... La tarde va declinando lentamente, dejando paso a la noche, la nieve nos rodea, no hay un alma en kilómetros de distancia. Ni casas, ni coches, ni relojes... Las llamas danzan y crepitan alegremente en la chimenea, las piñas que se tuestan entre los leños perfuman el ambiente, la música suena suavemente para nosotros, muy bajito. El combinado de coca cola que acabo de servir calienta nuestra garganta, y el humo del cigarrillo que fumamos despacio, disfrutándolo, nos envuelve trazando con lentitud, voluptuosamente, formas caprichosas, casi sensuales. No cuesta trabajo hablar, todo invita a ello. Las horas transcurren lentas, pero apenas nos percatamos de que los minutos se van deslizando como furtivos entre las sombras. Clapton sigue cantando solo para nosotros. De tu boca van surgiendo casi sin darte cuenta palabras que nunca oíste, que no sabías que existían, pero que estaban dentro de ti y que van dando forma a todo eso que te atormenta hace tanto tiempo, y lo sacan de tu interior. Continúa hablando… Luego, si quieres, bailaremos.
24 comentarios:
Dulce y cálido relato que se va introduciendo poco a poco, dentro, muy dentro y llenando el alma de esa calidez que surge de Calle Quimera.
Hoy no molesto haciendo de okupa, hoy es algo demasiado íntimo que hay que respetar, porque ese ambiente y esas palabras que van cogiendo forma tienen algo de sagrado.
Me voy sin hacer ruido. No quiero que se rompa la magia.
Montones de besos, mi Dama, mi Caballero.
Ojù quilla que largo... mañana paso menos cansao que hoy si empiezo a leerlo cuando llegue al final no me acuerdo de nà...
Besos guapetona!!!
ET nsdhwushjsd!!
Y encima con musiquita de "mano lenta" Clapton, infinitamente confortable este texto, acogedor y estimulante. No hay nada como el frío para crear proximidades.
Vino y besos
En esta calle no hay rinconcillo, por pequeño y estrecho que sea, donde no tengas cabida a cualquier hora, Malena. Este refugio de montaña cálido está pensado para acoger a dos que necesitan un refugio donde serenarse, donde aislarse del frío, de "la que está cayendo afuera", un sitio donde olvidar estrés y preocupaciones y dejarse ir. Podrían ser una misma y su alma... Muchas veces se necesita ese aislamiento para
escucharse, tú paseas por la playa, yo a lo mejor me encierro en un refugio de montaña.. :-)
Besos, princesa. Nunca podrías romper la magia, porque tú eres la magia. Lo mágico es lo extraordinario, lo que se sale
de los patrones establecidos. Por eso te digo que tú eres la magia... :-)
Jajajajaja... Sí que es largo, Raulillo, me pasé con la tecla..
Besazos, rey.
¿Oye, ¿cuándo has aprendido polaco? Ya sabía que manejabas el inglés, pero no que también supieras eso, polaco... ;-)
Es verdad, Manuel, nada aproxima tanto como el frío, fuera..y dentro. Calorcito necesitamos todos, y aun en medio de las nieves más gélidas siempre hay un reducto cálido donde refugiarse. Ahí no puede faltar slowhand Clapton, no estaría completo, desde luego. La perfección sin Eric no existe, estoy segura. :-)
Un besote, y vino del bueno, que es pa ti...
Has creado una atmósfera donde es imposible no sentir tu calor, con tus palabras no sólo has logrado encender ese fuego hogareño sino tambien nuestros corazones.
Banda sonora de "Slowhand" Clapton, escena de pelicula que deseo que tenga el Final Feliz que tus mágicos dedos seguro que ya han diseñado.
Besos desde la nieve
Que envidia sana, cuánto daría por un momento así en un escenario así. A veces, todos, necesitamos una isla, aún en el centro de un mar de nieve. Una isla donde orear al espíritu y liberar a los sentidos sin la represión de las íntimas penísulas.
Besos a repartir
Con éstas cálidas letras no es posible que quien las lea sienta frío. Es lo que se llama un momento de solaz y paz interna.
Lindo post.
Saludos afectuosos
Por momentos no sabía si estaba en calle quimera o en secretos a oscuras. Dulce, cálido, agradable, tranquilo y a pesar de ello me pone los pelos de punta, si yo te contara por qué...
En fin, gracias por lo recuerdos evocados, un abrazo.
Que envidia, sana, me ha ido entrando conforme lo leia. Algo casi magico, para vivirlo. La musica que has elegido una pasada. Un abarzo.
Saludos por aquí rompiendo mi silencio y me acerco a tu espacio que me ha gustado mucho.
y he decido enlazarte al mio así podre venir a visitarte mas seguido...
saludos fraternos un abrazo
El mejor sitio para pasar el invierno es así: un sitio de colores fuertes pero no dañinos, un sitio cálido pero con el frío de la ventana al alcance de la mano, un sitio suave pero con la fuerza de una hoguera, un sitio lejano al que se llega en un segundo.
Conozco un sitio asi, por las sensaciones que provoca. Se llama Calle Quimera.
Besos.
La mayor satisfacción para alguien que escribe es conseguir provocar en quien lee las sensaciones que pretendía, Enmascarado, ¿verdad? Ese calorcito que desafiaba al frío exterior era lo que pretendía recrear, y me alegra haberlo conseguido.
Clapton siempre es un broche feliz, pase lo que pase, o eso creo.. :-)
Besos desde la cabañita.
Las chimeneas, sobre todo las de un refugio de montaña, ejercen una especial fascinación sobre mí, Trini. Creo que al amor de su lumbre, de su calor, es posible orear el espíritu y liberarlo de todo cuanto lo reprime. Esa atmósfera ue se crea es siempre mágica.
Besos.
Es eso, Raiza, un momento de paz en que uno es capaz de desdoblarse y ponerse enfrente de sí mismo. No solemos hacerlo con frecuencia..
besos.
Mi querido Vizconde, pongo en vuestro conocimiento que me habéis dejado con las orejas tan de punta como esos pelos vuestros recordando esos secretos a oscuras. No preguntaré, que suelo ser discreta a pesar de mi curiosidad, siempre bienintencionada, of course.. :-)
Los recuerdos siempre son historias pasadas, espero que la historia presente se esté comportando mejor con vos.
Beso grandote.
Sobre todo en esta época pre invernal, Prometeo, un refugio de montaña con chimenea, una decoración acogedora y una conversación tranquila arropada por música suave resulta tentador, ¿verdad..?
Un beso.
Gracias por tu visita, Adolfo, en nombre de Etinarcadia, el otro componente de esta calle, y en el mío propio. Bienvenido.
Besos, y salud.
Esa que has hecho ha sido una preciosa semblanza de esta calle, Antifaz. Solo me has dejado una palabra, "gracias", y una sonrisa. Y también las ganas de darte un beso enorme.
Creo que obvié un punto y aparte...
Por un lado el texto me recuerda a la forma de escribir de nadaq, y por otro me trae recuerdos de cabañas, inviernos, casas de pueblo, chimeneas, etc... con alguna que otra persona que... bueno eso es vino de otro post... ¿Curiosidad satisfecha?
Un abrazo.
Con lo chico que es un punto y hay que ver lo que da de sí, Vizconde... :-)
Muchas gracias; por una parte es todo un honor esa mención que haces a nadaq, y por otra, si bien mi pregunta era más retórica y humorística que otra cosa, has sido encantador respondiéndola. Un besazo, caballero, y ...bueno, que me quedo con la copa en la mano, pa cuando quieras llenarla de ese vino de otro post.. ;-)
Riquisimo ese cafecito que has preparado.
Gracias, Kim, un besote.
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