lunes, 29 de enero de 2007

PARA UN VIEJO SOLDADO BORRACHO


Anoche me acosté tarde. Fumaba el último pitillo de la noche en la terracita, contemplando las estrellas, como de costumbre, y mi mirada, distraída, fue a posarse en una que brillaba más que las demás. Me acordé de ti al verla… Te imaginaba sentado en el porche, en un escalón, envuelto en el aire tibio de la noche, rodeado de una oscuridad que enmascararía con sus sombras los árboles y los macizos de flores de tu jardín, el tomillo y el romero, pero no su olor, que flotaría en el ambiente. Observabas, ensimismado, las estrellas.

De repente, te quedabas con la mirada fija en una concreta. Te veía levantándote, caminando lentamente sin perderla de vista hasta quedarte parado bajo ella, contemplándola como hechizado… Súbitamente aparecía ante ti, deteniéndose bajo tus pies, un rayo que procedía de esa estrella que brillaba tanto, como un cañón luminiscente, y que reflejaba a su vez la luz tenue de la luna. Y en aquel rayo había ahora , de forma inexplicable, un niño de pelo rubio y revuelto que, mientras ascendía al cielo con lentitud, no dejaba de mirar hacia arriba con la carita ilusionada, anhelante, hasta que conseguía rozar suavemente con la punta de sus deditos esa estrella con una expresión sorprendida y con la mirada azul cargada de sonrisas.

Lo veía entonces cerrar lentamente los ojos, bañado por la luz del astro. Pero de repente ya el niño había crecido, y ahora eras tú, que permanecías muy quieto refugiado en aquella estrella, envuelto en aquel halo blanco, intentando sentirte a salvo de todo..., intentando que no se rompiera el hechizo.

Y no te devolví a tu jardín, al porche; quise dejarte allí, en aquel cielo impenetrable, tachonado de estrellas titilantes, subido en una de ellas, bañado por su luz y por la de una luna llena que yo te ofrecía. Quise dejarte con los ojos cerrados a cuanto pudiera oscurecer la paz y la serenidad que te inundaban en aquel momento en que esa luz te arropaba de una manera tan mágica. Y deseé que aquella calma infinita te acompañara siempre.

Te deseo que esta noche seas el niño que aún no has resuelto dentro de ti, que no bajes de esa estrella, ahora que ya eres hombre en ella… Que, envuelto como te he dejado en esa luz blanca, te sientas a salvo de la oscuridad que a veces te atenaza... Y que mañana los rayos del sol continúen iluminándote y te alejen de esa oscuridad...

AVALON

3 comentarios:

Trasto dijo...

Ojalá y hubiese una estrella para cada soldado herido... Ojala y cada una de las venas por las que transita la sangre y el alcohol decidiesen levantarse una mañana sin necesitar otra copa para sostener un cuerpo herido... y tuviesen a su lado alguien con tanta paciencia como quien escribe esta historia del soldado...

Un saludo

Calle Quimera dijo...

El soldado herido se pasa la vida mirando las estrellas, buscando en ellas las respuestas que no encuentra aquí abajo. Y es un buen soldado... Mi deseo es que esa que lo envolvió en su luz le traiga la paz que se necesita para continuar adelante, pero siempre tendré paciencia para seguir ofreciéndole estrellas, hasta que encuentre la que lo ilumine para siempre.

Saludos.

Anónimo dijo...

¡Con cuanta serenidad se ofrece a veces lo que el alma clama más allá de los sentidos y de los sentimientos...!

¡Bienaventurada su lectura, Srita.! bienaventurado el hombre que la debío recibir en su tiempo y que ahora mismo, al permitirme a mi encontrarla en su palabra, se regodea de ese sentir tan suyo y tan puro formado bajo la estela de luz de una estrella.