miércoles, 30 de septiembre de 2009

NOCTURNO


En la noche acurrucada, dormida, durante el sueño, sueñan los sueños que son lo único que tienen vida sobre la tierra,

Cuando te duermes
para su rueda el mundo.
Mi amor te acuna.
Entro en tu alma desnuda
para velar tu sueño.

sueñan los sueños que ríen y que aman,

No es la rana
la canción de la charca,
luna de agosto.
Ni tormenta de estío.
Es mi risa, y mi dama.

sueñan que cantan y que bailan, que escriben versos y que hasta hacen el amor con su dueño.

Las jacarandas
secas y abandonadas
bailan conmigo
bajo hilos de agua.
Saciamos la sed de amor.

La noche nunca niega nada, es un sí perpetuo a deseos y quimeras -incluso a delirios- que la eterna Penélope que somos todos teje bajo el ojo blanco de la luna, hasta que el avance del día se encarga de destejerlos. Pero mientras aún apenas despunta la mañana, sueñan los sueños que no eran un sueño, y que despiertan para siempre.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

DESDE LA TERRAZA



Las últimas luces del día van oscureciendo el celeste del cielo,

contra el que se recorta la cinta parda de las descarnadas montañas.

Altas, rudas, acogen sin embargo tiernamente

en su regazo las casitas blancas de un pueblo blanco.

Una brisa infantil de lejanas reminiscencias a salitre marino

juega a dar empujones a las pacientes ramas de árboles

que, en espeso muro, sobre la hierba

que alfombra la tierra lisa, se yerguen en verde.

Verdes las jóvenes palmeras, verdes los naranjos niños,

verde la grama pespunteada por caminos de losas blancas,

hundidas pisadas que conducen a dos estanques,

el uno trebolado, el otro redondito ,

que azulan frescas aguas claras, transparentes, temblorosas.

Las sombras de los árboles, de los bancos que puntean la hierba,

se van alargando lentamente, ganando camino entre el verde.

Los últimos rayos del sol coquillean la piel, casi caldeándola aún,

y el aire, celoso, la acaricia aladamente y la besa.

Sereno silencio, infinita y traslúcida calma

se extienden como yedra. Una sonrisa lejana se esconde en ella.

Huele a verde de la hierba, a frescor del agua,

a soledad... Y a prometidas estrellas y luna

con carita de niña, de niña de plata,

que abrirán las puertas de la noche al canto del grillo,

y a la poesía de las cosas...