viernes, 25 de abril de 2008

LA DIVISIÓN AZUL

"Los héroes son algo que creamos,que necesitamos, es nuestra forma de intentar comprender lo que resulta incomprensible. ¿Cómo puede alguien sacrificarse tanto por los demás? Pero para mi padre y aquellos hombres los riesgos que asumieron, las heridas que sufrieron,las vidas que perdieron...lo hicieron por sus compañeros.

Tal vez lucharon por su patria pero murieron por sus amigos, por aquellos que estaban allí,luchando a su lado.Y si de verdad queremos honrar a aquellos hombres deberíamos recordarlos tal y como eran en realidad, tal y como los recordaba mi padre."

BANDERAS DE NUESTROS PADRES

....la explosión fue tremenda. Aquel muchacho que se abalanzó sobre el tanque nos había salvado la vida. Ahora, su cuerpo destrozado formaba parte del paisaje nevado, coloreándolo de rojo y marfil. Otro y yo nos miramos. Decididos, recogeríamos sus restos. Entre carne, huesos y metal, una pequeña bandera cosida a lo que reconocimos como su guerrera. Ahora ya sabíamos el porqué de su acción : era uno de los nuestros; en la banderita española que había cosida en un fragmento de uniforme se veía, aunque a duras penas un número, el 250.

Ya no existían ideales ni aventuras de juventud,todos envejecimos en la fría Rusia. Solo eramos españoles en una guerra equivocada, pero después de ver y cometer atrocidades inimaginables, nos habíamos convertido en bestias. Bestias capaces de sacrificar su vida por otros como nosotros, españoles. Solo quedaba el espíritu del compañerismo, el valor en la batalla y el resistir por siempre en unas trincheras que ya formaban parte de nuestra Patria. Y así fue en Krasny-bor.


Recientemente se ha cumplido el 65 aniversario de la batalla de krasny Bor, una de las más sangrientas de la II Guerra Mundial, en la que se produjeron más de 2.000 bajas españolas en solo 24 horas. Eran componentes de la 250 División de la Wehrmacht, popularmente conocida como División Azul, unidad de combate ensalzada por unos y denostada por más, pero inevitablemente nimbada de un cierto halo de romanticismo.

Todos hemos escuchado alguna vez esa expresión de "Hay quien nace con estrella y quien nace estrellado", y tan aplicable es a las personas como a muchos hechos bélicos. Existen guerras afortunadas, como la última invasión de Afganistán, y otras sobre las que se corre un tupido velo de vergüenza nacional, como la de Vietnam. Y la participación española en la II Gran Guerra es de estas últimas. Sin embargo, la realidad más palmaria que subyace en todas las confrontaciones bélicas, con estrella o estrelladas, es que siempre están teñidas de la sangre, el sudor y las lágrimas de hombres de carne y hueso, que suelen ser usados como peones en un tablero de ajedrez cuyas piezas manejan los intereses de otros hombres, y cuyo sufrimiento es la moneda que intercambian esos otros.

La División Azul fue una jugada maestra de Franco. En medio de un clima de exaltación patriótica y anticomunista fomentada desde el poder pero también nacida de forma espontánea, vendió a los españoles la idea de que participar junto a Hitler en la campaña contra la URSS era una cruzada obligada, la natural continuación de la que, oficialmente por culpa de Rusia, había enfrentado a los españoles entre sí durante tres años. Hasta tal punto le salió bien la jugada que si en un principio se había concebido una unidad de combate de aproximadamente 4.000 hombres, al final llegaron a pasar por los banderines de enganche unos 45.000 desde 1941 hasta 1943, año en que fue repatriada y disuelta.


Con este grupo de combatientes, además, saldaba su deuda con Hitler por la ayuda prestada al bando vencedor en nuestra Guerra Civil, y al tratarse de una unidad de voluntarios el Gobierno estaba exento de responsabilidades, con lo cual no solo quedó bien ante los aliados, sino que España aparecía ante el mundo como un cruzado contra el comunismo, lo que le granjearía las simpatías de EEUU.

No solo eso, también debilitó y mutiló al único partido político capaz de derrocarle y sustituirle, la Falange, muchos de cuyos altos cargos se incorporaron a las filas de la División Azul. El final de ésta significaría el final de la influencia de la Falange en la política nacional, siendo sustituida su ideología fascista por el nacional-catolicismo acuñado por Franco, el único ganador de esta historia.

¿Quiénes fueron los divisionarios que, sin pretenderlo, tan bien sirvieron a los intereses de Franco, los peones que puso en el tablero de ajedrez? No solo un puñado de falangistas, aunque la Falange así intentó que fuera. Los altos mandos del Ejército se impusieron y todos los oficiales a partir de capitán, las dos terceras partes de tenientes y suboficiales, y la tropa especialista procederían de unidades del Ejército, un total de 641 oficiales y 2.386 suboficiales. En cuanto a los voluntarios, según dice el doctor en Historia Contemporánea Xavier Moreno Juliá en su libro “ La División Azul”, un estudio muy elogiado por otros historiadores, los motivos que llevaron a alistarse en 1.941, año de su formación, a esos 45.000 hombres fueron muy distintos.

Unos lo hicieron como "venganza", por ser hijos o familiares de caídos en la guerra. En otros casos dominó el deseo (y necesidad) de no ser considerados "desafectos" al Régimen franquista aunque sus familiares hubieran luchado en el bando perdedor, caso éste de personalidades como el actor Luis Ciges o el mismo García Berlanga, que se enroló en la División Azul para que las autoridades tratasen con benevolencia a su progenitor cuando este fue encarcelado por haber formado parte del Frente Popular. Influyeron asimismo los motivos económicos, pues el sueldo que se les asignó a los divisionarios triplicaba al de un obrero de la época : 8.800 pesetas para los solteros, - el 85% de los que formaron la División Azul -, y 10.600 para los casados. Hubo falangistas, pero hubo también incluso ex republicanos. Civiles y muchos militares, algunos forzados, gran número de estudiantes, profesores, escritores, intelectuales... Se trató, pues, una unidad realmente heterogénea.

Tras un mes escaso de formación militar en Alemania, desfilaron ante Hitler haciendo un juramento diferente al del resto de las tropas nazis regulares: el único compromiso manifestado en él fue el de ser fieles luchando contra comunismo, sin ninguna implicación adicional. Mal uniformados, faltos de la adecuada disciplina militar y mal pertrechados contra el frío, fueron enviados en octubre de 1.941 al frente de Leningrado, el más duro, con temperaturas que rozaban a veces los 50º bajo cero. Acciones tan simples como defecar eran un martirio, pues a esas temperaturas todo se congela, y vestirse una guerrera imposible, debido a la extrema rigidez que adquirían al helarse. Entre octubre de 1941 y marzo de 1942, la División Azul sufrió 1.235 bajas por congelación y 2.532 por enfermedad. En enero de 1942, los enfermos del aparato respiratorio fueron el 39% del total de bajas mientras que las congelaciones representaron el 17%. Tan duras eran las condiciones en aquel frente y tantas las bajas que se producían, que cuando se repitió el alistamiento de nuevos voluntarios para reemplazar a los que combatían en Rusia el número de presentados no hizo sino disminuir, por lo que con el tiempo las autoridades militares tuvieron que enviar a reclutas forzosos del Ejército.

En aquel infierno blanco, la falta de preparación de los divisionarios para la guerra en el frío hubo de ser suplida con enormes sacrificios y actos de heroísmo, que causaron tremendas bajas. Escribieron bajo cero y en rojo sangre páginas históricas como la gesta suicida del lago Ilmen o la batalla de Krasny-Bor, por citar solo algún ejemplo.

A primeros de 1.942 una guarnición alemana queda cercada al sur del lago Ilmen, y 228 divisionarios cruzaron a pie el lago helado durante once días, a 50ºC bajo cero. Conquistaron seis aldeas y socorrieron a los alemanes, pero sólo doce españoles quedaron ilesos. Hubo un 95% de bajas. Impactado por esta y otras hazañas, Hitler creó una medalla específica para la División Azul, algo que no hizo con ninguna otra unidad.

En febrero de 1.943, en el frente de Krasny Bor y a 25º bajo cero, 800 cañones y 2 batallones de morteros rusos bombardearon sin parar durante dos horas las líneas divisionarias españolas, sobre las que caían decenas de miles de proyectiles de artillería, destrozándolo todo, hombres y armamento. Detrás, 44.000 soldados de infantería apoyados por casi 100 carros de combate, dos batallones de cañones anticarro, una Brigada Motorizada y dos Brigadas de esquiadores se lanzan escalonadamente contra las ya maltrechas y castigadas líneas españolas, que defendían un total de 5.600 divisionarios. Éstos, lejos de rendirse o retirarse, se reagrupan y, una vez agotadas las municiones, siguieron combatiendo sin tregua en cruentos asaltos a bayoneta y lucha cuerpo a cuerpo. El número de bajas entre los españoles se contó por miles, además de 300 prisioneros que fueron enviados a Siberia y condenados a trabajos forzados en Gulags hasta 1.954, pero se consigue detener el avance haciendo fracasar la ofensiva soviética, produciendo entre 11.000 y 14.000 bajas al Ejército Rojo y manteniendo el frente (la defensa de la línea de ferrocarril Moscú-Leningrado) un año más.

En esa batalla se consiguieron tres de las ocho laureadas que ganó la División Azul en la URSS.

Después de la caída de Stalingrado los aliados comenzaron a ejercer presiones sobre Franco para que retirase las tropas voluntarias. La negociaciones iniciadas por éste a finales de 1943 concluyeron con una orden de repatriación escalonada. Los primeros que volvieron fueron recibidos con honores, pero las sucesivas hornadas de supervivientes cada vez lo fueron con más tibieza. Regresaron sin pena ni gloria, casi entrando por la puerta falsa. Hitler perdía la guerra, y además, Franco calibró que si les daba protagonismo a las gestas protagonizadas por la División, la Falange podría darse relumbrón a costa de eso, y era algo que en absoluto le interesaba.


No hemos intentado en ningún momento hacer apología de esta unidad de combate, menos aún de las cuestiones ideológicas que dieron lugar a su formación, de las que buena parte de sus protagonistas no participaron, por cierto, y menos aún intentamos encuadrar a la división Azul dentro de la Memoria Histórica. Sólo pretendíamos reflexionar sobre la subjetividad de lo que más objetivo debiera ser: la Historia. Dependiendo de quién la escriba, hombres que protagonizaron gestas como estas han sido considerados héroes o villanos. La única verdad es el sufrimiento de estos soldados, unos marcados para siempre por lo vivido, otros mutilados, otros heridos, además de los prisioneros que pasaron 10 u 11 años en los campos soviéticos, aun habiendo podido ser repatriados mucho antes. A todos ellos Franco los usó como moneda de cambio para contentar a unos y a otros, y para limpiar de enemigos políticos, la Falange, su ascenso al poder.

Hoy por hoy, más de dos mil soldados españoles duermen su sueño eterno en territorio ruso, sin que haya habido iniciativas, excepto las de sus familiares, que hayan hecho nada por traer de vuelta sus cadáveres.


domingo, 20 de abril de 2008

EL REGRESO


Etinarcadia y Avalon vuelven a empuñar garrochas y candelas para encender farolas e iluminar las aceras, los edificios y rincones de Calle Quimera, y se abren de nuevo de par en par sus puertas, que nunca estuvieron cerradas sino solo entornadas, y por las que os habéis ido colando en estos días para dejarnos palabras de cariño y de aliento. Alberto, Allan, Antifaz, Victoria, Miguel, María, Malena, Raizen, Raúl... Sería largo nombraros. A todos vosotros, incluidas Callejerilla, a la que hemos visto también perderse por los callejones, y una chica paraguaya de paso callado pero constante por los rincones de Quimera... gracias, gracias de todo corazón por haber estado ahí todo este tiempo, que ha sido bastante más largo de lo que en principio se presumía, por no haber dejado que se fueran acumulando polvillo y telarañas por las esquinas.

Volvemos todavía a media máquina, no se puede aún forzar motores, pero poco a poco iremos cogiendo velocidad. Seguirá presente en esta calle la poesía, pues ella es el canal a través del que fluyen y se remansan sensaciones, sentimientos, emociones... Todo eso que bulle en el interior y que necesita de la palabra para ser explicado, ordenado y encauzado de alguna manera, y el mejor laboratorio para experimentar con cuanto hace del ser humano lo que es. Pero también nos gustaría dirigir la vista ahora a esas otras facetas de la realidad que habitualmente resultan incómodas y poco agradables, pero que no desaparecen aunque rehuyamos la mirada. O más bien, no desaparecen precisamente por eso. Quizás si se la sostuviéramos fijamente...

Para reunir fuerzas y continuar soñando brindaremos una y mil veces en La Taberna del Irlandés, donde compañeros de viaje como Soledad, Melancolía, Valor, Tristeza, El caballero de la Espada de Agua y todos los demás nos esperan con sus corazones borrachos de Esperanza. Gritemos al viento nuestra ansia de libertad y alzando nuestras espadas caminemos con paso seguro hacia lo desconocido.

Nuevamente gracias a todos. De verdad.